La Iglesia Parroquial de San Julián
La Iglesia Parroquial del Señor San Julián es un templo gótico-mudéjar que tiene su origen en la primera mitad del siglo XIV, aunque se cree que anteriormente hubo una mezquita sobre el solar que hoy ocupa. El templo sufrió una reforma y restauración durante el siglo XVII, que finalizó en 1691. Posee el modelo típico de las parroquias construidas en la época mudéjar. En 1868 se incorporó el término que pertenecía a la feligresía de la extinta parroquia de Santa Lucía. El 8 de abril de 1932 fue incendiada y saqueada, perdiéndose la mayoría de sus obras y retablos, a excepción de los muros, la torre y la talla de la Inmaculada Concepción. La precariedad de la reconstrucción realizada en los años 40 ha obligado a intervenir en la fábrica de la parroquia en diversas ocasiones. Destacan, por su envergadura, las obras realizadas en 1972-1974 y 1989-1993, que obligaron al cierre del templo. En la segunda de las restauraciones citadas, fue necesario afianzar el muro de la nave del Evangelio, vencido hacia el exterior, por medio de un sistema visible de tirantes metálicos. La iglesia fue dedicada con el rito establecido por el arzobispo Carlos Amigo Vallejo el 22 de octubre de 2002. Como curiosidad hemos de destacar que, en la antigüedad, el templo de San Julián fue el Metropolitano de Sevilla, celebrándose Concilios presididos por San Isidoro y San Leandro.
La iglesia posee planta rectangular, con tres naves de cuatro tramos y cabecera poligonal. Cuenta con capillas en las cabeceras de las naves laterales. La separación de las naves se realiza por medio de pilares cruciformes sobre los que cabalgan arcos apuntados. Las naves se cubren por medio de techumbres de madera modernas, ya que las originales se perdieron en 1932, a excepción de la capilla mayor que se cubre por bóvedas de nervaduras. La techumbre la nave central es de artesa y las laterales en colgadizo.
Al exterior, en la fachada principal, destaca la portada realizada en cantería. Es el prototipo de portada mudéjar sevillana, al igual que las de San Marcos, Santa Marina, Santa Catalina, San Andrés o San Esteban. Se compone de un gran arco ojival abocinado, con arquivoltas y baquetones, estando los exteriores decorados con puntas de diamante y en zigzag. También presenta tres pequeñas esculturas talladas en piedra, sobre repisas y cubiertas por doseletes, representando la central a la Virgen María sedente con el Niño Dios en los brazos. Todo se remata por una cornisa con ménsulas decoradas con cabezas de canes, que sostenían un tejaroz. Otras dos portadas de menor tamaño, se sitúan en los muros laterales del templo. Flanqueando la portada principal se encuentran dos azulejos que representan a los titulares de la Hermandad de la Hiniesta. Así mismo, junto a la puerta lateral de la calle Duque Cornejo, está situado un bello azulejo que representa a Nuestra Señora del Rosario, de 1.50 x 1.12 mts, realizado en el más puro estilo sevillano por Emilio Sánchez Palacios en Cerámica Macarena. Es rematado por un bello tejaroz y escoltado por dos pequeños faroles. Fue bendecido el 15 de octubre de 1994. La torre, de sección rectangular, posee un cuerpo con vanos rematados en arco de medio punto enmarcados por pilastras. Se remata por un chapitel piramidal decorado de azulejería.
La Capilla Mayor
La Capilla Mayor se encuentra presidida por un retablo fruto de una recomposición efectuada con elementos de finales del siglo XVII y principios del XVIII, procedentes de Carmona. Está compuesto de banco, un cuerpo de tres calles y ático. En el cuerpo central se sitúa el camarín presidido por la Virgen de la Hiniesta Gloriosa (Castillo Lastrucci, 1945). En las calles laterales se hallan lienzos de la Inmaculada Concepción y Santa Beatriz de Silva (s. XVIII). En el ático encontramos un gran lienzo que representa la Apoteosis de San Francisco (s. XVIII) y sobre este un relieve de la Inmaculada Concepción (s. XVII). Delante del retablo hay dos lampareros (hacia 1671-1674), en los que cuelgan una excepcional colección de lámparas de plata, fechadas entre los siglos XVI y XVII, que se salvaron del infortunio de 1932.
La mesa de altar se encuentra en el presbiterio bajo. Esta realizada en bronce fundido, presentando en su frente los relieves de San Julián y la Inmaculada. Entre ambos, en el centro, dentro de un expositor de cristal, vemos un relicario de plata de ley, obra de los Hermanos Delgado, con un fragmento del cráneo de San Julián, procedente del monasterio benedictino de Samos (Lugo), que fue entronizado el 13 de octubre de 1996. En los muros laterales cuelgan lámparas de plata realizadas por Seco Velasco. Sobre el arco de acceso a la Capilla Sacramental, se encuentra una pequeña talla, sobre ménsula de madera tallada y dorada, que representa a la Inmaculada Concepción, obra del círculo Montañesino.
Junto a las gradas de acceso al presbiterio, en el lado de la Epístola, sobre un pedestal de madera oscura, se encuentra la talla de san Julián (Pérez Conde, 1996).
La nave del Evangelio
En la cabecera de la nave del Evangelio encontramos un retablo moderno de estilo neogótico de madera tallada y dorada, que preside Nuestra Señora del Rosario. Este consta de banco y cuerpo, estando rematado por pináculos. En el centro del mismo sobre peana cuadrangular se sitúa la imagen de la Santísima Virgen, estando flanqueada por dos pequeñas tallas de Santo Domingo de Guzmán y San Martín de Porres. Delante de la peana de la Virgen se sitúa una talla de pequeño formato, realizada en barro policromado, que representa al Patriarca Santo Domingo de Guzmán, obra de Rengel. Este retablo fue donado por las hermanas Mauri en 1950, y emplazado primitivamente donde hoy está el Cristo de la Buena Muerte. Desde el año 1973 ocupa la cabecera de la nave del Evangelio. Para ello se redujeron sus dimensiones, trabajo realizado por Antonio Díaz.
Delante del mismo encontramos una mesa de altar formada por cuatro columnas corintias, de madera tallada y dorada, así como un ambón q representa el águila de San Juan.
A continuación se sitúa un sencillo retablo de madera tallada, dorada y estofada, en cuya hornacina central podemos ver la preciosa Inmaculada Concepción (Alonso Cano 1633-34), de 1.44 mts de altura. Tras este podemos observar un retablo moderno de escayola dorado, en el que se mezclan varios estilos, en cuya hornacina se halla la Inmaculada Milagrosa (Castillo Lastrucci, 1945-46). A continuación, se halla una imagen de Santa Ángela de la Cruz, de talla completa y tamaño académico, obra moderna de Ricardo Rivera. A los pies de la nave se sitúa la pila bautismal de mármol y, en el muro de cierre, un paño cerámico con la escena del Bautismo de Cristo de R. Cantarero, en la Fábrica de la Viuda de José Mensaque (principios de la década de 1920). Encima del citado paño se encuentra una preciosa talla dieciochesca, sobre peana de forja, de San José con el Niño Jesús en brazos.
La nave de la Epístola
La nave de la Epístola es presidida, en su cabecera, por la Capilla Sacramental. Esta está decorada con un retablo neobarroco, de madera tallada y dorada, que alberga a Nuestra Señora de la Hiniesta Dolorosa (Castillo Lastrucci, 1937). A sus pies se sitúa el sagrario realizado en madera de cedro (Hnos. Caballero) y decorado con apliques de plata (Hnos. Delgado) y pequeñas tallas de madera de naranjo (Pérez Delgado) en 2005.
Junto al arco de entrada de la capilla se sitúa un sobrio retablo, a modo de dosel, rematado por un medio punto, realizado en madera oscura, presidido por el Cristo de la Buena Muerte (Castillo Lastrucci, 1938). A continuación, sobre pedestal marmóreo, encontramos la talla de Santa María Magdalena (Castillo Lastrucci, 1944).
Tras pasar la puerta lateral de la parroquia, se sitúa el altar de la Piedad (Castillo Lastrucci, 1949). Este es a su vez un monumento funerario que alberga los restos del escultor.